viernes, 19 de octubre de 2012

EL PRIMER DÍA DEL PRINCIPIO DE MIS DÍAS


Apenas podía abrir los ojos, porque al final de aquel túnel se vislumbraba la luz que me cegaba, y a la que me dirigía. Ya fuera, sentí el calor de mi madre y mis cinco hermanos ¡Qué bien me encontraba con las caricias y lametones que recibía! Y la luz del sol que nos calentaba, y que tanto nuestra atención llamaba.
Aquel hombre se acercó a nosotros, nos llevó a todos a su furgoneta y en su casa, nos dio acomodo en un acogedor aposento. Durante unos días no hicimos otra cosa que comer, dormir y jugar. Aquella mantita en el suelo era una cama estupenda, donde nos apretujábamos felices.
Pero al cabo de unas semanas cuando me desperté, solo vi a mi mami y a mi hermanita, la más pequeña, mi compañera de juegos. Me extrañó, pero nadie me dio una respuesta. Amaneció un día más, y solo, me cobijé solitario en mamá un poco triste y aburrido.
No tardó en llegar el día en que volví a subir a la furgoneta, esta vez nos llevó por un camino de piedras dando botes; paramos cerca de una gran casa de campo, ¡me puse más contento!... ¡Al fin, podría correr en libertad y mis hermanitos estarían esperándome! Pero mi suerte era otra, las manos de aquel hombre me agarraron, me separaron ella. Yo la llamaba con gemidos y ella también lloraba con rabia. ¡No volverían mis ojos a ver a mi madre!
Me condujeron a una pequeña casita con un jardín con otros dos compañeritos. Durante días, estuve tan triste que apenas me movía de aquel oscuro rincón. Hasta que empecé a sentir hambre, tuve que luchar por hacerme un hueco porque los otros eran algo más grandes y solo me dejaban sus sobras, aunque por mí no hubiera probado bocado.
Empezó a refrescar por las noches, la puerta estaba abierta, y yo pasaba frío, entonces si que ellos me dejaban acurrucarme a su lado para darnos calor unos a otros. Los días transcurrían lentos y me iba sintiendo más y más triste, hasta que una mañana, ellas pasaron por allí.
La niña me miró, me sonrió, yo intentaba aproximarme a los barrotes para atraerlas, pero los otros más fuertes que yo, me daban pescozones para quitarme de su vista. Las vi alejarse y me las quedé mirando, sobre todo a la niña. Le pedía con los ojos que no me abandonase, que la necesitaba, que me había gustado. Ella se volvió, se acercó a la verja, nos tocamos, nos miramos, y surgió el chispazo.
Empecé a dar saltitos y no me importó que los otros me empujasen o me echasen a un lado, estaba hechizado. Tanto, que no percibí que la puerta del jardín, justo tras de mí, se abría. Me sacaron fuera de mi jaula y me acercaron a ellas ¡me entró una alegría! La señora me tocó, me acarició,... la niña me dejó que lamiera sus manos, mi corazón casi explota de alegría. ¡Mi mamá y mi hermana habían vuelto!
Aquel día, fue el primer día del principio de mis días.







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Un 26 de junio un hombre encontró cerca de un basurero una hembra de pastor belga recién parida con 5 cachorritos, uno de ellos estaba muerto, los recogió y los llevó a su casa. El 20 de septiembre llevó a la madre y a uno de los cachorros al refugio de animales de San Francisco de Asís en el Pardo, el resto de la camada los había colocado entre sus amistades, solo quedó el pequeño cachorrito sin ningún signo de ser un pastor belga, salvo el color negro azabache de su pelaje.


Este octubre, se han cumplido ocho años del primer día del principio de sus días. Se llama Lucky, habita en nuestro hogar desde entonces.













Cuando llega octubre, no puedo dejar de recordar que un 19 de octubre toda la familia compartió el primer día del principio de sus día, y son ya ocho años de alegría compartida.

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